Cómo ayudar a los niños con miedo al médico

Causas y soluciones del medio a las visitas infantiles al médico

Es difícil encontrar niños que no tengan miedo a nada. Los temores son habituales y muchos de ellos, aunque cada niño es diferente, son generales. Uno de ellos es el miedo a los médicos, agujas y hospitales. Por suerte, suele disminuir con la edad y puede ser controlado con la ayuda de los padres, médicos y personal sanitario.

La sensación de inseguridad ante una situación desconocida, el contacto con personas extrañas que invaden su espacio vital y unos procedimientos que en algunos casos son dolorosos y que en otros incluso requieren que se separe de su madre (hospitalizaciones, radiografías, etc.) son los ingredientes de un cóctel que, mezclado con su gran imaginación, contribuye a que el niño perciba el ámbito médico como una amenaza a su bienestar.

Niños con miedo al médico

Causas del miedo al médico en los niños

Hay varios motivos que pueden explicar el miedo:

  • La ansiedad de la separación y la ansiedad frente a los desconocidos son temores normales que denotan un vínculo saludable con la madre o cuidador primario y que influyen claramente en las situaciones médicas.
  • Información insuficiente o imprecisa. El niño tiene una percepción limitada del mundo y todo lo que no entiende o desconoce puede ser una fuente de desconfianza. En otras ocasiones, ha podido mediar alguna experiencia traumática, como un accidente, una mala práctica médica o un estado de salud delicado con un historial doloroso.
  • Miedo adquirido de otras personas. Los niños captan fácilmente los temores de sus padres, y no los ayuda en absoluto ver cómo los adultos en los que confían recelan de las decisiones médicas y flaquean, sufren y dudan ante el llanto infantil. El propio miedo de los padres atemoriza a los niños.
  • Bromas y amenazas: Los adultos gastan bromas entorno al mundo médico-hospitalario o utilizan “amenazas” para que sus hijos se comporten como ellos desean: “si no comes, le digo al doctor que te ponga una inyección”. Pero realmente es un recurso educativo inadecuado, ya que, aunque funciona al momento, porque el niño trata de evitar a toda costa la situación que le asusta, a la larga le puede provocar miedos gratuitos o infundados.
  • Su imaginación desbordante también le juega malas pasadas, y hechos sin importancia pueden adquirir proporciones exageradas en su pensamiento y provocarle una gran angustia.

Cuándo informar a los niños de las visitas al médico

Aunque la preparación y la información con cierto tiempo es necesaria siempre, en casos de inyecciones, análisis o visitas al dentista, el niño no necesita saberlo una semana antes para que la aprensión no le bloquee; un día de antelación será suficiente para que se mentalice.

Es importante hacerle ver también la utilidad de la prueba y que la decisión de realizarla no está en sus manos. Para que el niño tenga alguna sensación de control se le pueden ofrecer pequeñas opciones, como elegir el brazo en el que quiere ser pinchado o por quién quiere ser acompañado.

Algunos médicos consideran que el niño se muestra más colaborador si sus progenitores no están presentes, pero los niños necesitan estar con los padres durante las experiencias nuevas y en los momentos de estrés. Precisamente las prácticas dentales y las agujas asustan porque suelen ser experiencias nuevas o poco frecuentes y normalmente implican dolor y/o malestar físico. Hay que procurar a toda costa permanecer a su lado, pero a cambio tendremos que estar seguros de que mantendremos la calma.

Cuando se trata de una urgencia, lo más probable es que los propios padres desconozcan los procedimientos que se le van a aplicar, y en estas condiciones, el niño, que no entiende la situación, seguramente se niegue a colaborar y haya incluso que utilizar la fuerza (no la violencia) para poderle realizar las pruebas.

Ante este panorama se le explicará cuanto sea posible lo que ocurre, se permanecerá a su lado todo el tiempo que esté permitido y se acariciará y abrazará al niño lo más posible, sobre todo en los momentos de dolor físico, para darle seguridad. En cualquier caso, hay que transmitir al niño la idea de que la hospitalización o la cirugía es necesaria para curarse o arreglar su problema, que no es un castigo y que su cuerpo no sufrirá ninguna desfiguración o lesión, evitando en lo posible un lenguaje intimidante (“rajar”, “coser”…).

Asimismo se le pueden mencionar las ventajas de los calmantes y de la anestesia para combatir el dolor, pero que una vez finalizada la operación se despertará. Tampoco está de más llevarle algún juguete u objeto habitual en su vida diaria (peluche, mantita, libro, etc.) para que tenga la sensación de tener “un trocito de su casa”.

Virginia González. Psicóloga.

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