El cine: sueños y pesadillas
Los pros y contras del cine en los niños
El cine es uno de los entretenimientos preferidos de grandes y chicos. La magia del séptimo arte se deriva de su naturaleza dual, sonora y visual, en conjunción con las singulares condiciones en que se halla el receptor: actitud silenciosa e inmóvil, oscuridad de la sala, comodidad de los asientos, anonimato y presencia invisible del público, magnitud de la pantalla, etc. El resultado es verdaderamente maravilloso. El cine es inicialmente mera ilusión óptica y termina adentrándose en el espectador, haciéndole vibrar. La capacidad de esta «fábrica de sueños» para atraer la atención y conmover el ánimo permite advertir sus numerosas posibilidades educativas. Si hay una película que refleja magistralmente la fascinación que el cine puede ejercer sobre el alma infantil, es «Cinema Paradiso», dirigida por Giuseppe Tornatore, en la que se narra la historia de un niño enamorado de este hermoso arte en movimiento. Se convierte el cine en su amantísima escuela, en un luminoso hogar que le proporciona extraordinaria dilatación personal.
El cine como industria de divertimento
El cine amplía, en verdad, el horizonte del pequeño espectador al transportarle a otros mundos. Sin embargo, el espectro de cualidades de esta primorosa tecnología no debe hacernos olvidar su índole industrial, y no en vano la gran «productora onírica» del planeta se sitúa en Hollywood. La hegemonía del cine comercial es a todas luces norteamericana y además en sus diversos géneros. Esta supremacía se traduce en una expansión sutil de ideas, actitudes, valores, sentimientos, gustos y conductas.
Consecuencias de la violencia cinematográfica
Los perjuicios del cine suben de grado si pensamos en la violencia. Entre los efectos generados por los verosímiles sonidos e imágenes de violencia cabe incluir, según los casos, inseguridad, miedo, sentimientos de culpa, irritabilidad e incluso «indiferencia». Las reacciones psicológicas de niños y adolescentes no se distribuyen de manera homogénea, pues son muchos los factores que entran en juego, por ejemplo, la edad, la propia personalidad del menor o el acompañamiento o no de adultos durante la proyección. Así como los niños pequeños pueden tener ansiedad, al igual que pesadillas o terrores nocturnos, los adolescentes a veces exhiben conductas agresivas derivadas de la excitación y de la imitación. En el caso de la violencia cinematográfica los efectos son principalmente tres:
?El aprendizaje de la violencia?La desensibilización ante la misma porque se produce una habituación?El temor a sufrir dañosCiertamente, la repetida exposición de los menores a imágenes violentas favorece la utilización de conductas agresivas como vía para resolver problemas según las acciones observadas en sus atractivos modelos. Asimismo, la percepción habitual de violencia o de desastres provocados, generalmente desde una butaca confortable y segura, acaba por aceptarse como algo natural, lo que reduce la sensibilidad individual a este tipo de hechos. Por otro lado, se sabe que la reiterada contemplación de la violencia y acontecimientos trágicos puede producir en los niños y adolescentes miedo a sufrir, ellos mismos o sus familiares, daños indefinidos.
A medida que aumenta la cantidad de películas violentas contempladas, estos tres efectos (agresividad, desensibilización y temor) se incrementan. Más aún si se trata de menores que no dejan de consumir violencia a través de la televisión, los videojuegos, etc. Sin soslayar el esfuerzo realizado por las autoridades para clasificar y calificar por grupos de edad las películas de cine, ha de afirmarse que resulta claramente insuficiente y, en ocasiones, hasta desorientador, al menos si nos atenemos a la abundancia de imágenes violentas, algunas muy «embellecidas», al abuso de lenguaje soez, a los estereotipos negativos y contravalores difundidos, al sexo más o menos explícito, etc., presentes en películas «para todos los públicos», incluso de dibujos animados.
Los padres son los últimos responsables de las películas que ven los niños
Entretanto se cubren las deficiencias evaluadoras señaladas, es preciso apelar a la responsabilidad de los padres respecto a las películas que ven sus hijos. Ha de consignarse que la anterior descripción de daños derivados de la continuada y excesiva exposición a la violencia fílmica no ha de conducirnos en modo alguno a una actitud alarmista ni a condenar el medio cinematográfico, uno de los que tiene mayor poder de penetración, sugestión y formación. El rostro pánico del cine, como el de cualquier otra tecnología, nos anima ahora a dirigir la mirada hacia su mejor faz: la potencia educadora.
La virtualidad formativa del cine se descubre en su capacidad para transmitir ideas y contenidos, provocar admiración, deleitar y favorecer el despliegue emocional. La fuerza educativa del cine se extiende a los planos intelectual, afectivo, estético, social, moral y, por ende, espiritual. La ilusión de movimiento de los fotogramas genera una impresión de realidad en los pequeños espectadores, que tienden a percibir la proyección audiovisual como narración, es decir, de modo articulado, secuenciado y «vivo». Los menores organizan los mensajes recibidos y confieren sentido a lo que ven y oyen merced a la imbricación de procesos racionales y emocionales. La experiencia cinematográfica deja su impronta de modo integrado. La comprensión del lenguaje del medio (ritmo, espacio, duración, símbolos, etc.) y su carácter altamente emocional dan cuenta de la huella que imprime.
Recomendaciones a los padres
?Disfrutad en familia de una sesión de cine.?Acordad qué película vais a ver desde el respeto a los gustos de todos, incluidos los menores.?Antes de decidirse, conviene informarse sobre la calidad de la película: contenidos, trama, adecuación a la etapa infanto-adolescente, críticas recibidas, presencia o no de imágenes violentas, tipo de lenguaje, valores, etc.?Durante la proyección, se ha de favorecer la concentración y el goce en un ambiente de cercanía y afecto.?Al salir de la sala, es positivo realizar comentarios sobre la película, tomar como referencia algunas conductas de los personajes para reflexionar, preguntar, etc., todo lo cual contribuye a formar desde la niñez espectadores críticos, activos e inteligentes.Valentín Martínez-Otero. Profesor y doctor en Psicología y en Pedagogía.
Además
La comisión calificadora está integrada por personal adscrito al Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (Ministerio de Cultura) y por personas relacionadas con distintos grupos sociales y sectores de la industria del ramo, pero no cuenta con presencia fija de profesionales de la psicología y de la pedagogía. Cabe pensar, pues, que las recomendaciones de esta comisión dimanan más del voluntarismo de sus miembros, cuando no de intereses comerciales, que de estrictos criterios psicoeducativos. El cine, al igual que la televisión, dirige en gran medida las acciones de niños y adolescentes, a los que tiende a uniformar. Crea modas, por ejemplo, muchos menores se afanan por conseguir los juguetes y productos, sobre todo ropa, que han visto en sus estrellas del celuloide.
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