Cómo acabar con acoso escolar o bullying en los colegios
Agresiones físicas, burlas e insultos entre alumnos
Según un estudio PISA (2018) casi uno de cada cuatro niños afirma ser víctima de acoso escolar varias veces al mes. Según este mismo estudio, los niños sufren más casos de bullying, o al menos con más frecuencia, que los niños.
Aunque la violencia física y las amenazas suelen ser lo primero en lo que pensamos cuando escuchan la palabra acoso escolar, también otras muchas formas de bullying, formas más sutiles como el ostracismo social y la difusión de rumores comprometedores. Hoy en día, además el acoso no solo se restringe al patio del colegio, también tiene lugar en línea o en las redes sociales.
María José Díaz-Aguado, Catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense, nos aclara qué se puede considerar acoso y qué no, cómo podermos reconocer a un acosador y qué se puede hacer para acabar con el acoso o bullying en los colegios.
¿Qué es acoso escolar y qué no?
Hay que diferenciar la agresión (física o psicológica) que puntualmente un alumno puede sufrir o ejercer en un determinado momento de la repetición y agravamiento de dichas agresiones dentro de un proceso al que llamamos acoso, término utilizado como traducción del inglés bullying (derivado de bull: matón), y con el que se denomina un proceso que:
- Suele implicar burlas, amenazas, intimidaciones, agresiones físicas, aislamiento sistemático, insultos.
- No se limita a un acontecimiento aislado, sino que se repite y prolonga durante cierto tiempo.
- Provocado por un individuo (el matón), apoyado generalmente en un grupo, contra una víctima que se encuentra indefensa, y no puede por sí misma salir de esta situación.
- Y que se mantiene debido a la ignorancia o pasividad de las personas que rodean a los agresores y a las víctimas sin intervenir de forma directa.
Acoso o bullying en los colegios
En la víctima del acoso escolar produce miedo y rechazo al contexto en el que se sufre la violencia, pérdida de confianza en uno mismo y en los demás, así como diversas dificultades que pueden derivarse de todo ello (problemas de rendimiento, baja autoestima...).
En el agresor aumentan los problemas que le llevaron a abusar de su fuerza identificándose con un estilo violento de interacción que representa un grave problema para su propio desarrollo.
En las personas que no participan directamente de la violencia pero que conviven con ella sin hacer nada para evitarla puede producir. En el contexto institucional en el que se produce, la violencia reduce la calidad de la vida de las personas.
Los agresores en los casos de acoso escolar
Los que se reconocen como agresores en la escuela y en el ocio se diferencian de sus compañeros por:
- Estar más de acuerdo con las creencias que llevan a justificar la violencia y la intolerancia en distinto tipo de relaciones, incluidas las relaciones entre iguales, manifestándose también como más racistas, xenófobos y sexistas.
- Una menor disponibilidad de estrategias no violentas con las que resolver conflictos entre iguales, así como una mayor disponibilidad para la agresión.
- Dificultades para ponerse en el lugar de los demás.
- Están menos satisfechos que los demás con su aprendizaje escolar y con las relaciones que establecen con los profesores.
- Sus compañeros los perciben como intolerantes y arrogantes y, al mismo tiempo, como que se sienten fracasados.
- Su frecuencia es mayor en la adolescencia temprana (13-15 años), cuando se experimenta una mayor dependencia del grupo de compañeros.
Con mucha frecuencia, el agresor justifica el acoso culpabilizando a la víctima en lugar de sentirse culpable él, viéndose a sí mismo como una especie de héroe o como alguien que se limita a reaccionar ante provocaciones, y a la víctima como alguien que merece o que provoca la violencia. Esta extendida tendencia a creer que la víctima hizo algo que provocó el acontecimiento sufrido (violencia, o cualquier otro suceso de graves consecuencias) está relacionada con la necesidad que tenemos todos de creer que el mundo es justo; hipótesis que nos permite confiar en que los graves acontecimientos que observamos a nuestro alrededor no nos sucederán.
Qué hacer para erradicar la violencia en las escuelas
La serie de investigaciones que hemos realizado refleja la eficacia que tienen las siguientes condiciones para prevenir toda forma de violencia, incluido el acoso escolar:
- Adaptar la educación a los actuales cambios sociales, desarrollando la colaboración a múltiples niveles.
- Mejorar la calidad del vínculo educativo y erradicar situaciones de exclusión.
- Desarrollar alternativas a la violencia estableciendo contextos a través de los cuales puedan expresarse las tensiones y las discrepancias y promoviendo alternativas en todos los individuos a través de habilidades que permitan afrontar la tensión y resolver los conflictos sin recurrir a la violencia.
- Enseñar a rechazar toda forma de violencia, favoreciendo desde la educación una representación de la violencia que ayude a tomar conciencia de lo destructiva que es en todas sus manifestaciones.
- Ayudar a romper la tendencia a la reproducción de la violencia y sus secuelas.
- Mejorar la eficacia educativa de la disciplina.
- Prevenir la victimación.
- Insertar la prevención de la violencia en un contexto más amplio: empatía, respeto mutuo y derechos humanos
- Prevenir la intolerancia y el sexismo.
- Romper la conspiración del silencio sobre la violencia escolar.
- Educar en la práctica los valores democráticos que representan la antítesis de la violencia: diálogo, respeto mutuo, tolerancia, igualdad, búsqueda del bien común.
Parece necesario mejorar la relación que los y las adolescentes establecen con el profesorado de Secundaria para incrementar la tendencia a pedirle ayuda cuando son víctimas de la violencia o conocen a compañeros que la sufren. Conviene destacar que la mayoría valora favorablemente la posibilidad de contar con algún profesor cuando surge la violencia entre iguales, haciendo generalmente referencia a profesores que trasmiten confianza y disponibilidad para ayudar.
María José Díaz-Aguado Catedrática de Psicología de la Educación de la Universidad Complutense
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15 abr 2015 14:59 blancanieves
Creo que más que palabras tienen efecto las obras. Cuando un docente detecta a un niño que no juega en el recreo debe organizar juegos colectivos incluyentes. Formar grupos de trabajo mezclando a los integrantes de la clase y evitar los grupos de "selectos" o camarillas que excluyan a los más débiles.
Fomentar la práctica de deportes en grupos ó grupos musicales , coros etc.
Organizar fiestas en el cole donde todos tengan un rol protagonista. Unos se ocupan de la música, otros de los ornamentos, otros de las bebidas y comida( Organizar un despacho). otros del guardarropa. Otros de las recaudaciones y finanzas.. Todas estas actividades son integradoras y muy educativas. . Ser intolerante como docente con la violencia y falta de respeto entre compañeros. No mostrar favoritismo ante el simpático, el buen alumno, el obsecuente. también ayuda. En gran parte los docentes, inconscientemente fomentan el bullyng. El mejor papel en los actos patrios es para el bonito, el buen alumno, el simpático y no vemos que hay algunos que quedan postergados. Incluso el izamiento dela bandera debería ser rotativo.